sábado, 30 de noviembre de 2019
Intervencion social con adolescentes
La adolescencia es un proceso de transición entre la infancia y la vida adulta. El adolescente ya no está en la niñez, pero todavía no es adulto. Se encuentra en el límite de dos grupos sin pertenecer a ninguno, no encaja ni en los grupos infantiles ni en el de adultos. Kurt Lewin (1942), psicológo alemán especializado en la dinámica de grupo y relaciones interpersonales, denominó a esta etapa como “tierra de nadie”. En poco tiempo, los cambios físicos son notables, al igual sucede con sus necesidades biológicas, psicológicas y sociales que se ven transformadas. Las necesidades biológicas son las relacionadas con las básicas humanas y transformación física del cuerpo. Con los cambios físicos-biológicos se inicia el despertar sexual, el crecimiento físico y la alteración hormonal que incita a un aumento del deseo sexual. De igual forma, este acelerado cambio también influye en sus necesidades psicológicas y sociales, ahora más centradas en la educación, la amistad, participación activa, construcción de su propia identidad personal y las relaciones afectivas y sexuales. Desplazan el ámbito familiar y escolar para centrarse en construir su propia autonomía en el que la interacción entre iguales, grupos de amigos y espacios de ocio, constituyen sus principales campos de interés (Serapio, 2006). En este nuevo constructo del “yo”, como autor-actor de su propia historia de vida, se integran aspectos físicos-corporales, cognitivos, sociales, afectivos y las dimensiones de autoestima y autoconcepto. La autoestima, dimensión muy significativa en el menor, nace de la interacción con los demás, ser importante para alguien cuyo resultado, elevado o bajo, está relacionado con el ajuste psicológico. Un autoconcepto positivo está muy unido al rendimiento educacional en el que la influencia, la valoración de sí mismo y apoyo de sus padres es fundamental para el éxito académico. Por otra parte, una baja autoestima está relacionada con la delincuencia juvenil, es un intento de compensar su baja valoración adoptando patrones desviados de conducta para reducir los sentimientos de rechazo (Fernández y Ponce de León, 2011). La sociedad actual mantiene al adolescente en un continuo riesgo de impactos negativos motivados por el ritmo vertiginoso de la vida, influencia de los medios de comunicación y sociedad general. Nos encontramos a adolescentes tratados como adultos, confusión causada por la imprecisión en concretar cuándo termina la infancia y qué debe hacer el adolescente. Viven en un constante desequilibrio no identificándolos con su edad y apresurándoles a ir hacia el mundo de los adultos. Factores como un desmedido estrés, fracaso escolar, actitud negativa ante el trabajo, impotencia e indefensión pueden desencadenar en comportamientos de riesgo como son, entre otros, la violencia, delincuencia, consumo de sustancias adictivas y trastornos de alimentación. Conductas de riesgo en las que influyen, y también se ven afectadas, la familia, la escuela y los estamentos sociales
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